...Se que he cometido algunos errores y faltas, pero eso no es motivo para que magreen mi vida a su conveniencia...y para todos los desocupados que visitaron mi blogger, aqui dejo algo para que se entretengan...
NIEBLA
Una especie de muerte literaria del padre. Un cambio copernicano en la perspectiva del narrador. Una broma cruel como la que le gasta el autor, el propio Unamuno, a su personaje, el rebelde y atribulado Augusto. Eso es Niebla. Y también una tragicomedia de enredo filosófico. Y un experimento y, desde luego, la novela más importante de Miguel de Unamuno.
El texto es de una rabiosa modernidad, tanto en la forma como en el contenido. Años antes de James Joyce y su Ulises y de Aldous Huxley y su Contrapunto, el pensador y escritor vasco pretendía inventar un género narrativo nuevo (que llamará, algo pomposamente, nivola). Un género con leyes propias y predominio del diálogo. Niebla era, en realidad, una novela de tesis.
Respecto a los temas, el autor de San Manuel Bueno, mártir se adelanta a Luigi Pirandello, e incluso a Philip K. Dick y su universo de androides perplejos y blade runners implacables, al permitir que su personaje se enfrente al creador, en unos diálogos diabólicamente divertidos y terriblemente dramáticos. Y aborda el suicidio décadas antes de que Albert Camus lo califique como el único problema filosófico serio en El mito de Sísifo.
Por no hablar de esa premonición del mundo virtual que Unamuno tiene al mezclar en su novela "realidad y ficción" y deslumbrar al lector. En el umbral del siglo XX, en la era de los viajes interplanetarios, del relativismo científico y filosófico, aquel adusto catedrático de Griego de la Universidad de Salamanca, trataba de mezclar en su artificio literario "lo verdadero y lo falso y confundirlo todo en una sola niebla".
Una especie de muerte literaria del padre. Un cambio copernicano en la perspectiva del narrador. Una broma cruel como la que le gasta el autor, el propio Unamuno, a su personaje, el rebelde y atribulado Augusto. Eso es Niebla. Y también una tragicomedia de enredo filosófico. Y un experimento y, desde luego, la novela más importante de Miguel de Unamuno.
El texto es de una rabiosa modernidad, tanto en la forma como en el contenido. Años antes de James Joyce y su Ulises y de Aldous Huxley y su Contrapunto, el pensador y escritor vasco pretendía inventar un género narrativo nuevo (que llamará, algo pomposamente, nivola). Un género con leyes propias y predominio del diálogo. Niebla era, en realidad, una novela de tesis.
Respecto a los temas, el autor de San Manuel Bueno, mártir se adelanta a Luigi Pirandello, e incluso a Philip K. Dick y su universo de androides perplejos y blade runners implacables, al permitir que su personaje se enfrente al creador, en unos diálogos diabólicamente divertidos y terriblemente dramáticos. Y aborda el suicidio décadas antes de que Albert Camus lo califique como el único problema filosófico serio en El mito de Sísifo.
Por no hablar de esa premonición del mundo virtual que Unamuno tiene al mezclar en su novela "realidad y ficción" y deslumbrar al lector. En el umbral del siglo XX, en la era de los viajes interplanetarios, del relativismo científico y filosófico, aquel adusto catedrático de Griego de la Universidad de Salamanca, trataba de mezclar en su artificio literario "lo verdadero y lo falso y confundirlo todo en una sola niebla".
Niebla (fragmento) " Mientras iba así hablando consigo mismo cruzó con Eugenia sin advertir siquiera el resplandor de sus ojos. La niebla espiritual era demasiado densa. Pero Eugenia, por su parte, sí se fijó en él, diciéndose: "¿Quién será este joven?, ¡no tiene mal porte y parece bien acomodado!" Y es que, sin darse clara cuenta de ello, adivinó a uno que por la mañana la había seguido. Las mujeres saben siempre cuándo se las mira, aun sin verlas, y cuándo se las ve sin mirarlas.Y siguieron los dos, Augusto y Eugenia, en direcciones contrarias, cortando con sus almas la enmarañada telaraña espiritual de la calle. Porque la calle forma un tejido en que se entrecruzan miradas de deseo, de envidia, de desdén, de compasión, de amor, de odio, viejas palabras cuyo espíritu quedó cristalizado, pensamientos, anhelos, toda una tela misteriosa que envuelve las almas de los que pasan.(...)El amor precede al conocimiento, y este mata a aquel. Nihil volitum quin praecognitum, me enseñó el padre Zaramillo, pero yo he llegado a la conclusión contraria y es que nihil cognitum quin praevolitum. Conocer es perdonar, dicen. No, perdonar es conocer. Primero el amor, el conocimiento después. Pero ¿cómo no vi que me daba mate al descubierto? Y para amar algo, ¿qué basta? ¡Vislumbrarlo! El vislumbre; he aquí la intuición amorosa, el vislumbre en la niebla. Luego viene el precisarse, la visión perfecta, el resolverse la niebla en gotas de agua o en granizo, o en nieve, o en piedra. La ciencia es una pedrea. ¡No, no, niebla, niebla! ¡Quién fuera águila para pasearse por los senos de las nubes! Y ver al sol a través de ellas, como lumbre nebulosa también. "

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